El nitrógeno fue descubierto en 1772 por el científico escocés Daniel Rutherford, otro más de los pertenecientes al círculo apodado de los químicos neumáticos. Con este elemento ya se conocían los principales componentes del aire atmosférico. Poco años después de su hallazgo, Lavoisier demostraría que la proporción de los elementos que componen el aire es de un 21 % de oxígeno y un 78 % de nitrógeno (el 1 % restante se reparte entre CO2, gases nobles y otros componentes muy residuales).
Rutherford fue un discípulo de Black, el descubridor del CO2, así que no es de extrañar que utilizara los mismos procedimientos experimentales para caracterizar al gas que consiguió aislar. Así, por ejemplo, certificó igual que había hecho su mentor con el anhídrido carbónico, que el gas que el aisló no permitía la combustión (se apagó una vela en tal ambiente) ni era respirable (comprobado por la muerte de un pobre ratón). Sin embargo ese gas no era absorbido por la cal, lo que sí ocurría con el CO2, por lo que tendría que tratarse de otro tipo diferenciado.
Rutherford fue un discípulo de Black, el descubridor del CO2, así que no es de extrañar que utilizara los mismos procedimientos experimentales para caracterizar al gas que consiguió aislar. Así, por ejemplo, certificó igual que había hecho su mentor con el anhídrido carbónico, que el gas que el aisló no permitía la combustión (se apagó una vela en tal ambiente) ni era respirable (comprobado por la muerte de un pobre ratón). Sin embargo ese gas no era absorbido por la cal, lo que sí ocurría con el CO2, por lo que tendría que tratarse de otro tipo diferenciado.
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