Desde tiempos inmemoriales se conocen los efectos magnéticos de ciertos materiales, como la magnetita (Fe3O4), capaces de atraer ciertos metales como el hierro, y que fue descubierta en la antigua región griega de Magnesia.
Asimismo, a lo largo de la Historia, el hombre ha ido aprendiendo la manera de someter el acero y ciertas aleaciones a determinados procesos para producir imanes.
El primer registro escrito sobre el estudio de imanes procede de Pierre de Maricourt, quien alrededor del año 1269 denota la existencia de zonas de mayor y menor intensidad al estudiar la distribución de alfileres metálicos sobre un imán esférico.
Igualmente desde la antigua China, pasando por diferentes pueblos de Europa, el uso de las brújulas ha sido común para orientarse, sobretodo en contiendas militares, a sabiendas de la existencia de un campo de fuerzas que se dirige desde el polo Norte al polo Sur de la Tierra. No es de extrañar pues, que a los extremos opuestos de un imán se les denomine polo Norte y polo Sur.
El vídeo que acompaña esta entrada es excelente para la visualización de las líneas de fuerza de diferentes imanes, de diferentes tipos y en diferentes configuraciones.
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