El avance en el conocimiento y progreso científico surge a menudo de un proceso que se re-alimenta entre las leyes que se descubren y la aplicación tecnológica de las mismas que entre otras cosas arroja aparatos de medida que permiten contrastarlas y refinarlas experimentalmente.
Experimentando sobre la existencia o no de la presión atmosférica Torricelli inventó el barómetro que posteriormente se utilizaría para medir la presión en estudios más avanzados de Hidrostática.
De igual manera, la existencia de termómetros posibilitó llevar a términos los experimentos que constatarían la equivalencia mecánica del calor para sentar las bases de la Termodinámica.
Por otro lado, presión y temperatura son dos de los ingredientes de la ecuación de los gases ideales, y la posibilidad de medir de una manera fiable estas variables sería de gran ayuda para constatar experimentalmente esta ecuación.
El primer prototipo de termómetro de la Historia fue construido por Galileo Galilei y era de agua. Poco años más tarde, Giovanni Francesco Sagredo y Santorio Santorio le añadieron una escala graduada para poder realizar mediciones cuantitativas.
Los termómetros se basaban en la capacidad de dilatación de los líquidos con la temperatura. Fue Daniel Gabriel Fahrenheit quien cayó en la cuenta de las ventajas que tenía utilizar mercurio en lugar de agua para el termómetro. El mercurio, al tratarse de un conductor que se presenta en estado líquido en condiciones normales tiene interesantes propiedades muy aprovechables para la investigación científica, entre otras, su elevado coeficiente de dilatación.
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