El disco de Faraday se basa en el mismo principio que el experimento de Aragó, pero utiliza un imán permanente que fija, por lo que no puede rotar. Al hacer girar el disco de cobre a través de una manivela, se genera una fuerza electromotriz inducida en el disco que se traduce en una pequeña corriente, difícil de observar con un amperímetro analógico, pero que sí podemos apreciar con ayuda de un multímetro digital.
La rotación del disco de cobre, un muy buen conductor eléctrico, comporta el tránsito de una débil corriente eléctrica giratoria por el arrastre de los electrones del metal. Cuando esta corriente cruza las líneas del campo magnético creado por el imán permanente, por la ley de Biot-Savart sabemos, que una fuerza surgirá que los dirigirá en el eje radial. Esto es lo que da pie a la débil corriente continua que se mide.
La rotación del disco de cobre, un muy buen conductor eléctrico, comporta el tránsito de una débil corriente eléctrica giratoria por el arrastre de los electrones del metal. Cuando esta corriente cruza las líneas del campo magnético creado por el imán permanente, por la ley de Biot-Savart sabemos, que una fuerza surgirá que los dirigirá en el eje radial. Esto es lo que da pie a la débil corriente continua que se mide.
El hecho de que los efectos de los primeros dispositivos basados en el principio de inducción electromagnética fueran tan sutiles, tan difíciles de observar, y el hecho de que en ocasiones conllevaran tantos años de trabajo su concepción, desarrollo y montaje, pone de relieve una de las más altas cualidades de los genios de la época, tal cual fue Micheal Faraday: la paciencia.
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