Aunque la primera ciudad iluminada del mundo con corriente eléctrica fue Paris, la verdadera expansión del negocio de la explotación de la energía eléctrica aconteció en los todavía jóvenes Estados Unidos de América. Y en esa contienda, una auténtica batalla comercial estalló enfrentando a dos hombres: Thomas Alba Edison y Nicola Tesla.
El primero, conocido como el inventor de la bombilla eléctrica, mantuvo su apuesta por la corriente continua, consiguió grandes beneficios y una reputación. El segundo, cuya primera oportunidad de trabajo la tuvo precisamente de la mano de Edison, se dedicó al desarrollo y comercialización de las plantas eléctricas basadas en la generación de corriente alterna, y aunque tuvo su momento de éxito, murió prácticamente en la miseria, subsistiendo con la mísera pensión que le pasaba la empresa que él mismo había fundado.
A pesar de ello, el tiempo demostró que las ventajas de la generación (y transporte) de la corriente alterna a gran escala, frente a la continua, eran infinitas.
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