Hasta principios del siglo XIX predominó la visión de que la luz estaba compuesta por partículas básicamente porque esta era la idea que había defendido Isaac Newton y claro está que pocos se atrevían a contradecir a semejante autoridad científica. Y esto fue así a pesar de que el propio Newton había realizado un experimento que era incapaz de explicar con su teoría corpuscular y de la existencia de otra corriente de pensamiento ondulatoria fundada en el experimento de Grimaldi y justificada por Huygens.
El físico y médico inglés Thomas Young recogió el testigo de tal dicotomía y realizó un experimento en el año 1801 con el fin de demostrar si la naturaleza de la luz era de carácter corpuscular u ondulatorio.
Lo que hizo Young fue muy ingenioso. En lugar de hacer pasar la luz a través de una única rendija hacia el interior de una cámara oscura (como hizo Grimaldi) se le ocurrió que haciéndola pasar a través de dos rendijas iguales podría observar si las fuentes provenientes de ambos focos interferían o no. Si interferían nada podría negar ya la naturaleza ondulatoria de la luz.
El montaje lo realizó cuidando ciertos detalles, como el de disponer una rendija previa que actuará como un foco puntual único de luz equidistante a ambas rendijas y asegurarse así de que la luz re-emitida por ambos focos tendría la misma frecuencia/s y no tendría una diferencia de fase relativa.
El patrón de difracción obtenido dejaría clara la naturaleza ondulatoria de la luz.
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