La palabra atmósfera procede etimológicamente de ATMOS + ESFERA. En alemán atmen significa respirar. En sánscrito atman significa uno mismo, aliento o respiración y en el hinduismo se le asocia con la morada del ser espiritual (a menudo localizada en el chackra del corazón) cuya correspondencia con la cultura occidental podría ser el alma inmortal. Por lo tanto podríamos traducir ATMÓSFERA como la esfera que se respira y en la que habita el aliento de vida del alma inmortal de la Tierra y todos sus seres. Pero vayamos a la parte científica...
En sus orígenes la atmósfera contenía gases que eran tóxicos para la vida tal y como la conocemos y que eran básicamente liberados como consecuencia de las numerosas erupciones volcánicas que poblaban nuestro planeta. Los principales gases contenidos por la atmósfera primigenia eran el anhídrido carbónico (CO2), el metano (CH4) y el ácido sulfhídrico (H2S).
La simiente que sentó las bases para que se pudiera desarrollar la vida en la Tierra la encontramos en una estructura rocosa muy denominada estromatolito, que apareció en el fondo del mar, donde encontró la necesaria protección a la actividad volcánica imperante, y poco a poco fue ascendiendo hasta empezar a poblar las orillas de los continentes emergentes. La particularidad de los estromatolitos es que eran (y son, pues residualmente todavía existen en unas pocas regiones del mundo) capaces de realizar la fotosíntesis, liberando oxígeno a la atmósfera y retirando gran cantidad de CO2.
Este proceso mantenido durante millones de años fue cambiando la constitución gaseosa de la atmósfera hasta la que tenemos hoy en día, con aproximadamente un 78 % de oxígeno (O2), un 21 % de nitrógeno (N2), anhídrido carbónico (CO2), y otros gases como ciertos gases nobles y ozono (O3), en muy menor proporción.
Sin embargo la distribución de los gases en la atmósfera no es homogénea y eso junto con los fenómenos subyacentes que generan invitan a dividirla funcionalmente en varias capas, las más importantes de la cuáles son:
En sus orígenes la atmósfera contenía gases que eran tóxicos para la vida tal y como la conocemos y que eran básicamente liberados como consecuencia de las numerosas erupciones volcánicas que poblaban nuestro planeta. Los principales gases contenidos por la atmósfera primigenia eran el anhídrido carbónico (CO2), el metano (CH4) y el ácido sulfhídrico (H2S).
La simiente que sentó las bases para que se pudiera desarrollar la vida en la Tierra la encontramos en una estructura rocosa muy denominada estromatolito, que apareció en el fondo del mar, donde encontró la necesaria protección a la actividad volcánica imperante, y poco a poco fue ascendiendo hasta empezar a poblar las orillas de los continentes emergentes. La particularidad de los estromatolitos es que eran (y son, pues residualmente todavía existen en unas pocas regiones del mundo) capaces de realizar la fotosíntesis, liberando oxígeno a la atmósfera y retirando gran cantidad de CO2.
Este proceso mantenido durante millones de años fue cambiando la constitución gaseosa de la atmósfera hasta la que tenemos hoy en día, con aproximadamente un 78 % de oxígeno (O2), un 21 % de nitrógeno (N2), anhídrido carbónico (CO2), y otros gases como ciertos gases nobles y ozono (O3), en muy menor proporción.
Sin embargo la distribución de los gases en la atmósfera no es homogénea y eso junto con los fenómenos subyacentes que generan invitan a dividirla funcionalmente en varias capas, las más importantes de la cuáles son:
- la troposféra: llega hasta unos 10 Km de altura, es en la que acontece la Vida y los procesos meteorológicos cambiantes en incluso ocasionalmente caóticos.
- la estratosfera: de los 10 hasta los 50 Km de altura, compuesta por un contenido de aire muy seco y estable, pero en la que apenas se producen ya los fenómenos atmosféricos.
- la ionosfera (o termosfera): empieza a unos 85 Km de altura, contiene gran cantidad de iones (átomos cargados eléctricamente), y es donde opera el campo magnético terrestre como escudo protector para desviar las partículas provenientes de las llamaradas solares y rayos cósmicos en general hacia los polos, lo que ocasionalmente produce las hermosas auroras boreales.
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