Todo el mundo sabe que el Hombre fue expulsado del paraíso terrenal cuando Adán y Eva sucumbieron a la tentación que la serpiente les ofreció en forma de manzana desde el Árbol del Bien y el Mal. Desde entonces se supone que el mundo real ha dejado de corresponderse con el mundo ideal. El Cielo se separó de la Tierra y esa brecha se fue agrandando y esa concepción se acabó tomando como una verdad absoluta.
Tuvo que ser también una manzana la que le cayera en la cabeza al joven Isaac Newton para que éste empezara a reflexionar sobre por qué caen las cosas e indagando sobre ello llegara a la conclusión que se debe a la misma fuerza por la que la Luna orbita alrededor de la Tierra. Eso puso en evidencia que las Leyes que gobiernan el Cielo son las mismas que gobiernan en la Tierra.
Si la manzana en lugar de caer verticalmente es lanzada con una cierta velocidad horizontal, describirá un movimiento parabólico antes de llegar el suelo. Pero si se lanza con la suficiente velocidad, ésta podría estar cayendo al mismo ritmo que la Tierra se va curvando, con lo que no llegaría nunca al suelo y quedaría orbitando. Esto es lo que imaginó el brillante Newton, pues por entonces ya se sabía que la Tierra era "redonda". Además, no hacía mucho que Copérnico había recuperado la visión heliocéntrica del Sistema Solar y Kepler había conseguido resumir en sus tres célebres leyes cómo eran las órbitas de los planetas alrededor del Sol, gracias a los datos precisos de mediciones que el astrónomo Tycho Brache lo confirió en su lecho de muerte. Todo ello permitió a Newton encontrar la fórmula exacta de la gravitación universal.
Otro hecho ilustrativo del poder de la fuerza de la gravedad lo tenemos en el dicho popular: "Quien escupe al Cielo, le cae en la cara".
Otro hecho ilustrativo del poder de la fuerza de la gravedad lo tenemos en el dicho popular: "Quien escupe al Cielo, le cae en la cara".
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